¿Qué es la rosácea?
La rosácea es una enfermedad inflamatoria de la piel, que afecta principalmente la
zona central del rostro: mejillas, nariz, mentón y frente. Esta afección cursa con signos
visibles como el eritema (enrojecimiento persistente), la aparición de telangiectasias
(pequeños vasos dilatados) y lesiones inflamatorias como pápulas y pústulas finas,
que en ocasiones pueden recordar al acné. A esto se suman síntomas molestos que
impactan en la calidad de vida de quienes la padecen: ardor, prurito, sensación de
calor o edema facial, sequedad y una piel cada vez más sensible y reactiva. Además,
no es raro que se presente un compromiso ocular, conocido como rosácea ocular, que
puede manifestarse con enrojecimiento, sensación de cuerpo extraño o irritación en
los ojos.
Cómo reconocerla
Muchas veces, identificar la rosácea no es tan simple como parece. Los síntomas
pueden ser sutiles, variables, y confundirse con otras afecciones de la piel. Por eso es
fundamental prestar atención a los signos que la piel nos muestra… y también a lo que
muchas veces no nos animamos a contar.
Aquí llega Rosalinda, nuestra embajadora de la campaña de concientización sobre
rosácea, para ayudarte a reconocer los síntomas más frecuentes:
• Vasos sanguíneos visibles (telangiectasias)
• Sensación de calor o ardor en el rostro
• Enrojecimiento persistente
• Granitos y pústulas
• Ojos irritados o con sensación de cuerpo extraño (rosácea ocular)
• Piel cada vez más sensible y reactiva
Y más allá de lo que se ve, es importante recordar que la rosácea también puede tener
un impacto emocional profundo: ansiedad, baja autoestima, fobia social. Por eso el
acompañamiento no solo debe ser médico, sino también humano y empático.
Si te identificás con algunos de estos síntomas, no estás solo/a.
La rosácea se puede diagnosticar y tratar con un plan adecuado y personalizado. Y
cuanto antes lo hagamos, mejor será la evolución
Factores desencadenantes
Si tenés rosácea, seguramente habrás notado que algunos días tu piel reacciona más,
se enrojece o arde sin razón aparente. La rosácea es una enfermedad que puede
exacerbarse por múltiples factores externos e internos. Identificarlos es un paso clave
para lograr un mejor control de los síntomas.
En 2002, la Sociedad Nacional de Rosácea (NRS) realizó un estudio con más de
1.000 pacientes, en el que identificaron los principales factores que desencadenaban o
agravaban la enfermedad. Los más citados fueron la exposición al sol (81%), el estrés
emocional (79%), el clima cálido (75%), el viento (57%), el ejercicio físico intenso
(56%), el consumo de alcohol (52%), los baños calientes (51%), el clima frío (46%), las
comidas picantes (45%), la humedad elevada (44%), ciertos productos para el cuidado
de la piel (41%), las bebidas calientes (36%), determinados cosméticos (27%), algunos
medicamentos (15%) y afecciones médicas asociadas (15%).
Es importante destacar que cada persona tiene un perfil de desencadenantes
diferente. Lo que agrava la rosácea en un paciente puede no hacerlo en otro. Por eso,
en consulta trabajamos juntos para identificar tus factores personales y ayudarte a
minimizar su impacto.
¿Por qué se produce?
Hoy sabemos que la rosácea es mucho más que un problema de la piel. Se trata de
una enfermedad inflamatoria sistémica, en la que intervienen múltiples factores
interconectados. Su origen es complejo y dinámico. Lo que observamos en la
superficie de la piel no es más que la manifestación final de una cascada inflamatoria
profunda, que involucra diferentes mecanismos patológicos:
La alteración de la barrera cutánea vuelve la piel más permeable, reactiva y
vulnerable a los estímulos externos.
La disbiosis cutánea, caracterizada por el sobrecrecimiento del ácaro Demodex
folliculorum, amplifica la respuesta inmune e intensifica el proceso inflamatorio.
La alteración neurovascular contribuye de manera clave a los fenómenos de
enrojecimiento, flushing y reactividad vascular.
El eje intestino-piel y la microbiota intestinal modulan la respuesta inmune
cutánea y sistémica, influyendo directamente en la expresión clínica de la
enfermedad.
Por último, factores hormonales y metabólicos intervienen en el equilibrio
sebáceo y en la regulación de la inmunidad innata, perpetuando el proceso
inflamatorio.
Comprender con mayor profundidad estos mecanismos ha transformado mi manera de
abordar la rosácea en consulta.
Afectación ocular
La rosácea ocular es una forma frecuente y poco reconocida de la enfermedad. Puede
presentarse antes, durante o después de los síntomas en la piel. Por eso, como
dermatólogos, tenemos la responsabilidad de preguntar y observar en cada consulta.
Hasta un 72% de los pacientes con rosácea pueden desarrollar afectación ocular, que
incluye: ardor, enrojecimiento, sequedad, lagrimeo, fotofobia, chalazión u orzuelos
recurrentes. Muchos pacientes se acostumbran a estos síntomas y no los reconocen
como parte de su enfermedad.
El compromiso ocular ocurre por una disfunción en las glándulas del párpado, lo que
altera la lágrima y genera inflamación en los bordes palpebrales y la superficie ocular.
Se asocia a otras enfermedades?
La rosácea es mucho más que una enfermedad de la piel.
Cada vez más estudios muestran que puede estar asociada a una serie de
enfermedades sistémicas, muchas de ellas con base inflamatoria. Por eso es
fundamental reconocer estas asociaciones y actuar de manera proactiva: evaluando,
orientando y colaborando en la prevención de complicaciones futuras. Los datos
epidemiológicos más recientes respaldan asociaciones significativas entre la rosácea y
las siguientes comorbilidades:
Enfermedades cardiovasculares: hipertensión arterial.
Enfermedades metabólico-endocrinas: diabetes tipo 2, hiperinsulinemia,
dislipemia, obesidad.
Enfermedades gastrointestinales: enfermedad inflamatoria intestinal (EII),
enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, enfermedad celíaca, síndrome de
intestino irritable (SII), infección por Helicobacter pylori, enfermedad por reflujo
gastroesofágico (ERGE), sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado
(SIBO).
Enfermedades neurológicas: migraña, enfermedad de Parkinson.
Trastornos psicológicos y psiquiátricos: ansiedad, depresión.
Neoplasias: cáncer de tiroides, carcinoma basocelular, glioma, cáncer de
hígado, cáncer de mama.
Reconocer las comorbilidades asociadas nos permite ofrecer intervenciones oportunas
que pueden mejorar significativamente la salud general y la calidad de vida a largo
plazo.
Es necesario solicitar estudios complementarios?
La rosácea no es solo una enfermedad de la piel. Es un proceso inflamatorio complejo,
que puede estar vinculado a alteraciones metabólicas, inmunológicas y
neurovasculares.
Por eso, en nuestro enfoque integral, consideramos fundamental evaluar el estado
inflamatorio sistémico de cada paciente.
Diversos estudios han demostrado que los pacientes con rosácea pueden presentar
alteraciones en marcadores sanguíneos de inflamación, estrés oxidativo y
metabolismo, aún cuando la gravedad de la enfermedad cutánea no siempre refleje
este estado subyacente.
Entre los parámetros que evaluamos se incluyen: biomarcadores inflamatorios: PCR,
VSG, hemograma completo, índices como INL y SII, marcadores de estrés oxidativo:
ácido úrico, bilirrubina y parámetros metabólicos: glucemia, perfil lipídico, función
hepática. El objetivo no es simplemente cuantificar la rosácea, sino comprender mejor
el “terreno inflamatorio” de cada paciente, personalizar el tratamiento y detectar
comorbilidades asociadas que requieren atención conjunta con otros especialistas.
Solicitar estos estudios nos permite ofrecer un cuidado más preciso, más ético y
verdaderamente integral.
Como se diagnóstica?
El diagnóstico de la rosácea es, ante todo, clínico. Se basa en la evaluación cuidadosa
de los signos y síntomas que presenta cada paciente: enrojecimiento persistente,
vasos dilatados (telangiectasias), pápulas y pústulas, sensibilidad cutánea, síntomas
oculares, entre otros. Sin embargo, hoy contamos con herramientas complementarias
que enriquecen la evaluación y permiten un abordaje más preciso:
Dermatoscopía: permite visualizar de manera ampliada los vasos sanguíneos
superficiales y las características específicas de la piel en rosácea.
Microscopía confocal: técnica avanzada que permite visualizar estructuras
cutáneas en profundidad, incluyendo la presencia y actividad de Demodex
folliculorum, microorganismo que juega un rol importante en la fisiopatología de
la rosácea.
Ecografía cutánea: aporta información sobre el estado de las capas más
profundas de la piel y la vascularización, ayudando a caracterizar patrones de
inflamación
Biopsia de piel: no suele ser necesaria para el diagnóstico de rutina. Se reserva
para casos atípicos o cuando es necesario descartar otras enfermedades que
simulan rosácea.
Análisis en imágenes 2D: esta herramienta ha revolucionado la forma en que
evaluamos la rosácea. A través del análisis digital de alta precisión es posible
identificar patrones de eritema, visualizar telangiectasias difíciles de detectar
clínicamente —como las del párpado superior—, y cuantificar la presencia de
Demodex.
Este enfoque nos permite no solo mejorar el diagnóstico, sino también monitorizar la
evolución y personalizar el tratamiento.
La rosácea se cura?
Durante años se nos ha enseñado que la rosácea es una enfermedad crónica que no
tiene cura. Hoy, con una mirada más profunda, más integradora y con los avances
que tenemos a disposición, yo creo que la rosácea sí se puede curar — o más
precisamente, podemos cambiar su curso de forma definitiva en muchos pacientes.
Pero para lograrlo, se necesita más que un tratamiento convencional.
Se necesita una nueva forma de ver la enfermedad y un compromiso real, tanto del
médico como del paciente.
¿Qué implica este cambio de paradigma?
• Abordar la enfermedad en sus fases incipientes, especialmente en
pacientes jóvenes que consultan precozmente.
• Advertir sobre la rosácea ocular, muchas veces no reconocida.
• Educar sobre factores desencadenantes y su impacto en la evolución.
• Cuidar la piel de manera inteligente, evitando el exceso de productos
que dañan la barrera cutánea.
• Promover una alimentación menos inflamatoria, que acompañe el
tratamiento dermatológico.
• Incorporar herramientas de vanguardia como el análisis de imagen en
2D y el uso de inteligencia artificial para un diagnóstico más preciso y un seguimiento
objetivo.
• Utilizar las tecnologías láser más avanzadas para tratar el componente
vascular y remodelar la piel.
• Fomentar el manejo interdisciplinario, trabajando en conjunto con
oftalmólogos, nutricionistas y otros especialistas cuando es necesario.
• Empoderar al paciente con información clara, veraz y personalizada.
• Promover un diagnóstico temprano, que permita intervenir antes de que
la enfermedad progrese.
Todo este enfoque dibuja un futuro diferente para quienes viven con rosácea. Porque
no se trata solo de controlar síntomas visibles. Se trata de cambiar, entre todos, el
curso de esta enfermedad.
Yo creo que la rosácea se puede curar con un diagnóstico temprano, un tratamiento
integral, tecnología adecuada y el compromiso activo del paciente, podemos lograr
una piel sana, estable y un bienestar sostenido.
Nuestra misión como dermatólogos del siglo XXI es justamente esa: transformar la
manera en que abordamos esta enfermedad y ofrecer a cada paciente la posibilidad
real de cambiar su historia.
Dra. Melina Lois. Dermatóloga
Tratamientos a la vanguardia
En nuestro centro, abordamos la rosácea con un enfoque integral, personalizado y
basado en evidencia. Cada tratamiento tiene un rol específico en el control de los
diferentes mecanismos que participan en esta enfermedad: inflamación, daño vascular,
alteración de la barrera cutánea y disbiosis.
Estos son algunos de los tratamientos que utilizamos:
1. Luz pulsada intensa (IPL) – Harmony
La luz pulsada es una herramienta fundamental para tratar el componente vascular de
la rosácea. Ayuda a reducir el enrojecimiento persistente (eritema) y las
telangiectasias visibles, mejorando de manera progresiva el tono de la piel.
2. Láser Red Touch
El láser Red Touch permite actuar con precisión sobre la microcirculación alterada de
la rosácea y estimula la dermis para mejorar la calidad global de la piel. Es
especialmente útil en el manejo de eritema residual y de la reactividad vascular.
3. AntiRED Tox – Protocolo exclusivo diseñado por la Dra. Melina Lois
Este protocolo propio combina la aplicación estratégica de toxina botulínica en
microdosis. Su objetivo es modular la actividad neurovascular de la piel y reducir la
reactividad, ofreciendo resultados únicos en casos de eritema refractario.
4. Terapia LED
La terapia con luz LED aporta un efecto antiinflamatorio, favorece la reparación de la
barrera cutánea y ayuda a modular la microbiota. Es una excelente herramienta
complementaria, bien tolerada y apta para todas las fases de la rosácea.
5. Cosmiatría especializada
Una rutina de cuidado adecuada y personalizada es clave en el manejo de la rosácea.
La cosmiatría especializada ayuda a restaurar la función de barrera, disminuir la
inflamación y mejorar la tolerancia cutánea, siempre bajo supervisión médica para
evitar productos que puedan empeorar la enfermedad.
Tu guia para vivir mejor con rosacea (recursos descargables en pdf)
El tratamiento de la rosácea no termina en la consulta. Cada día, en pequeños gestos
y decisiones, podés ayudar a tu piel a mejorar y sostener los resultados en el tiempo.
Por eso, creé este espacio para vos. Aquí vas a encontrar guías prácticas y
descargables, pensadas para acompañarte en los aspectos más importantes del
cuidado diario: desde cómo armar tu rutina de limpieza, cómo proteger tu piel del sol,
qué maquillaje elegir, hasta cómo manejar el estrés y llevar una alimentación más
favorable.
Son herramientas simples, basadas en evidencia, diseñadas para que puedas aplicar
en tu vida cotidiana lo que juntos trabajamos en el consultorio.
Empoderarte con información es el primer paso para transformar tu piel.
1. La mejor rutina de cuidados en rosácea: de una piel sensible a una piel
tolerante.
2. Todo lo que tenés que saber sobre fotoprotección en rosácea.
3. ¿Puedo maquillarme si tengo rosácea? Cómo elegir productos seguros.
4. Retinoides: Uso responsable de retinoides en piel con rosácea.
5. Cómo cuidar tus ojos si tenés rosácea ocular.
6. Estilo de vida y rosácea: cómo acompañar tu tratamiento.
7. Alimentación antiinflamatoria en rosácea: guía práctica.
8. Manejo del estrés y su impacto en la rosácea: claves para sentirte mejor.
9. ¿Qué tipo de actividad física puedo hacer si tengo rosácea? Guía segura.
Historias que transforman (puede conseguir testimonios por ahora escritos y el año
próximo cargar algún video)
Cada vez que un paciente cruza la puerta del consultorio con su historia de rosácea,
no solo trae síntomas en la piel. Trae angustia, dudas, emociones invisibles y, muchas
veces, la sensación de haber perdido la esperanza. Pero lo más hermoso de este
camino es que cuando nos animamos a transitarlo juntos, ambos nos transformamos.
Los pacientes, al recuperar la confianza en su piel y en sí mismos.
Nosotros, como médicos, al recordar cada día el verdadero sentido de nuestro trabajo:
acompañar, escuchar y devolver esperanza.
Este espacio está dedicado a esas historias. A las que nos enseñan que la rosácea no
es el final, sino un proceso que, con un abordaje integral y humano, puede cambiar de
rumbo. A las que nos inspiran a seguir creyendo que sí se puede. A las que nos
recuerdan que detrás de cada piel, hay una persona.
Gracias a quienes han confiado en nosotros y han querido compartir su recorrido. Su
testimonio no solo ayuda a otros pacientes: también nos impulsa, como médicos, a
seguir construyendo una dermatología más humana, más precisa y más
transformadora.